Morir Esperando por Flora Hernández Amón 11 de mayo de 2021, Semanario Universidad (Universidad de Costa Rica). Enlace: https://semanariouniversidad.com/opinion/morir-esperando/
Ay, Lalo querido: ¡Cómo me ha dolido tu partida!, sobre todo porque ni siquiera me enteré de que habías enfermado. Cuando Heidi avisó que habías partido, creí que había sido un infarto o algo inesperado.
Y es que nuestra amistad es ancestral; viene desde la infancia, en el colegio compañeros de clase, a lo largo de la vida compartimos muchas amistades y en nuestros esporádicos encuentros el resto de nuestras vidas: siempre: amigos de siempre.
Cuando digo ancestral, es en serio; tanto tu familia como la mía, de raíces sefarditas, inmigraron a Costa Rica a principios del siglo pasado. Tu abuela Raquel, además de madrina, fue amorosa protectora de mamá y por eso ella llevaba su nombre.
Nuestras familias, manteniendo y honrando sus tradiciones y raíces, fueron capaces de integrarse al país que les acogió, les brindó cobijo y oportunidades, creando así una hermosa interculturalidad de migrantes con la población establecida en Costa Rica.
Muchas veces estuvimos de acuerdo en visión y perspectiva de la vida, en otras discrepamos fuertemente y alguna vez nos enojamos; pero como amigos del alma, sin percatarnos, nos contentamos.
En los últimos meses varias veces nos comunicamos y constantemente intercambiamos información sobre Aldesa. Me causó extrañeza que no volviste a responder mis mensajes, ahora me percato que tu salud te impedía siquiera leerlos y fue en la funeraria donde repetían “Aldesa lo mató”, cuando comprendí todo, eso para mí fue una doble estocada.
Hoy me pregunto: ¿Cómo estando yo bien afianzada en el monte, no me percaté cómo sucumbías al naufragio del barco? Te habría convencido a no aflojar porque toda lucha es esperanza y no te habría dejado sumido en la tristeza que te consumió.
A tu familia, más acomodada que la mía, cada céntimo ahorrado le costó tanto sacrificio como a la mía. Pienso en el tiempo que nuestros ancestros sacrificaron para acumular lo que nos que nos quitaron de un solo. Todo fue producto del trabajo honesto y tesonero. Nunca hemos estado en política y mucho menos señalados por malos manejos de dineros afectando a terceros.
Solo trabajamos, ahorramos y evitamos endeudarnos. De buena fe colocamos los ahorros en un Puesto de Bolsa, no en un casino, así que al ver a esos nuevos ricos alardeando y derrochando dinero que no les costó, causa mayor indignación la inoperancia de la justicia; que de pronta no tiene nada y mucho menos de cumplida. Encima la alcahuetería del ejecutivo con su obscena red de cuido, no ha hecho más que encubrir a quienes nos despojaron de los ahorros. ¿Así pretenden reactivar la economía?
Me he enterado recientemente que igual que vos, Lalo, varias personas han fallecido ante la impotencia de un sistema podrido. Sospecho que cuando te enteraste que estaban rematando las propiedades que respaldaban las inversiones, ya no soportaste más.
Ya no estás aquí, ni siquiera pude despedirme de vos, pero honrando tu memoria y la de muchos más, voy a luchar ahora con más determinación y no cejar hasta conseguir que se haga justicia.
Hoy la única opción es pedir la quiebra, pues si en dos años no lograron poner a flote la empresa, perdimos el edificio y múltiples propiedades fueron rematadas en una fracción de su valor, más difícil va a levantarse un negocio que ya venía caído, moroso con la CCSS y Hacienda mientras otras empresas del ramo siguen exitosas. Eso dice mucho del pésimo manejo de la Corporación. Hasta los acreedores que guardaban alguna esperanza de evitar la quiebra, entendieron que Aldesa no es viable, sin duda entre nosotros estarías vos Lalo, con tu gran sentido de la realidad.
Y es que aquí el asunto va más allá del dinero: se arraiga en la decencia, en los más acendrados valores que nos inculcaron nuestros padres y abuelos. Y cuando el dinero pasa a un segundo plano, entonces la lucha toma otro cariz: se convierte en una reivindicación por hacer que la confianza en la trayectoria de las empresas no sea el medio para estafar y la cruzada sea por la rectitud y el honor, por recomponer la nación (no el periódico, pues ese no tiene remedio).
Es imperioso que las instituciones responsables de supervisar cumplan su función en lugar de tirarse entre ellos la responsabilidad o eludirla olímpicamente. Que se sienten las responsabilidades del caso, se sancionen a todos los culpables, se separe de su puesto a quien tenga conflicto de intereses y se deje como legado al país la recuperación de la decencia perdida, la restauración del Estado de Derecho tan venido a menos, pues lo sucedido con Aldesa es algo recurrente y no un caso aislado. Al no sancionarse tales delitos de manera ejemplarizante, más gente se va a atrever a hacer lo mismo, afectando no solo a otros ahorrantes e inversionistas, sino más grave aún, la imagen del país.
Así que amigo, hermano, compañero querido, debés saber que tu familia —que siento como mía— contará con mi mano extendida cuando de alguna manera les pueda servir.
Ay, Lalo querido: ¡Cómo me ha dolido tu partida!, sobre todo porque ni siquiera me enteré de que habías enfermado. Cuando Heidi avisó que habías partido, creí que había sido un infarto o algo inesperado.
Y es que nuestra amistad es ancestral; viene desde la infancia, en el colegio compañeros de clase, a lo largo de la vida compartimos muchas amistades y en nuestros esporádicos encuentros el resto de nuestras vidas: siempre: amigos de siempre.
Cuando digo ancestral, es en serio; tanto tu familia como la mía, de raíces sefarditas, inmigraron a Costa Rica a principios del siglo pasado. Tu abuela Raquel, además de madrina, fue amorosa protectora de mamá y por eso ella llevaba su nombre.
Nuestras familias, manteniendo y honrando sus tradiciones y raíces, fueron capaces de integrarse al país que les acogió, les brindó cobijo y oportunidades, creando así una hermosa interculturalidad de migrantes con la población establecida en Costa Rica.
Muchas veces estuvimos de acuerdo en visión y perspectiva de la vida, en otras discrepamos fuertemente y alguna vez nos enojamos; pero como amigos del alma, sin percatarnos, nos contentamos.
En los últimos meses varias veces nos comunicamos y constantemente intercambiamos información sobre Aldesa. Me causó extrañeza que no volviste a responder mis mensajes, ahora me percato que tu salud te impedía siquiera leerlos y fue en la funeraria donde repetían “Aldesa lo mató”, cuando comprendí todo, eso para mí fue una doble estocada.
Hoy me pregunto: ¿Cómo estando yo bien afianzada en el monte, no me percaté cómo sucumbías al naufragio del barco? Te habría convencido a no aflojar porque toda lucha es esperanza y no te habría dejado sumido en la tristeza que te consumió.
A tu familia, más acomodada que la mía, cada céntimo ahorrado le costó tanto sacrificio como a la mía. Pienso en el tiempo que nuestros ancestros sacrificaron para acumular lo que nos que nos quitaron de un solo. Todo fue producto del trabajo honesto y tesonero. Nunca hemos estado en política y mucho menos señalados por malos manejos de dineros afectando a terceros.
Solo trabajamos, ahorramos y evitamos endeudarnos. De buena fe colocamos los ahorros en un Puesto de Bolsa, no en un casino, así que al ver a esos nuevos ricos alardeando y derrochando dinero que no les costó, causa mayor indignación la inoperancia de la justicia; que de pronta no tiene nada y mucho menos de cumplida. Encima la alcahuetería del ejecutivo con su obscena red de cuido, no ha hecho más que encubrir a quienes nos despojaron de los ahorros. ¿Así pretenden reactivar la economía?
Me he enterado recientemente que igual que vos, Lalo, varias personas han fallecido ante la impotencia de un sistema podrido. Sospecho que cuando te enteraste que estaban rematando las propiedades que respaldaban las inversiones, ya no soportaste más.
Ya no estás aquí, ni siquiera pude despedirme de vos, pero honrando tu memoria y la de muchos más, voy a luchar ahora con más determinación y no cejar hasta conseguir que se haga justicia.
Hoy la única opción es pedir la quiebra, pues si en dos años no lograron poner a flote la empresa, perdimos el edificio y múltiples propiedades fueron rematadas en una fracción de su valor, más difícil va a levantarse un negocio que ya venía caído, moroso con la CCSS y Hacienda mientras otras empresas del ramo siguen exitosas. Eso dice mucho del pésimo manejo de la Corporación. Hasta los acreedores que guardaban alguna esperanza de evitar la quiebra, entendieron que Aldesa no es viable, sin duda entre nosotros estarías vos Lalo, con tu gran sentido de la realidad.
Y es que aquí el asunto va más allá del dinero: se arraiga en la decencia, en los más acendrados valores que nos inculcaron nuestros padres y abuelos. Y cuando el dinero pasa a un segundo plano, entonces la lucha toma otro cariz: se convierte en una reivindicación por hacer que la confianza en la trayectoria de las empresas no sea el medio para estafar y la cruzada sea por la rectitud y el honor, por recomponer la nación (no el periódico, pues ese no tiene remedio).
Es imperioso que las instituciones responsables de supervisar cumplan su función en lugar de tirarse entre ellos la responsabilidad o eludirla olímpicamente. Que se sienten las responsabilidades del caso, se sancionen a todos los culpables, se separe de su puesto a quien tenga conflicto de intereses y se deje como legado al país la recuperación de la decencia perdida, la restauración del Estado de Derecho tan venido a menos, pues lo sucedido con Aldesa es algo recurrente y no un caso aislado. Al no sancionarse tales delitos de manera ejemplarizante, más gente se va a atrever a hacer lo mismo, afectando no solo a otros ahorrantes e inversionistas, sino más grave aún, la imagen del país.
Así que amigo, hermano, compañero querido, debés saber que tu familia —que siento como mía— contará con mi mano extendida cuando de alguna manera les pueda servir.
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