En esta segunda parte de la serie “Cuando EE. UU. se retira, China avanza” analizamos cómo América Latina y el Caribe navegan entre la creciente rivalidad de las dos principales potencias del siglo XXI. Exploramos qué países se alinean con China, cuáles mantienen sus lazos con Estados Unidos, y cómo otros intentan equilibrar relaciones para sacar provecho sin perder autonomía. También abordamos el papel estratégico del Caribe, el limitado impacto de Rusia y Europa en la región, y la pérdida de influencia geopolítica de España, que pese a su pasado imperial, hoy es solo un actor simbólico en este nuevo escenario global.
Cuando EE. UU. se retira, China avanza (Parte 2): América Latina entre dos gigantes
Por Rafael Vilagut Vega
Blog: Feliz y Saludable | Serie: Finanzas Felices
En las últimas décadas, América Latina ha vivido un cambio geopolítico silencioso pero profundo. Mientras Estados Unidos ha centrado buena parte de su atención en conflictos internos, disputas comerciales con Europa y una rivalidad cada vez más aguda con China en Asia-Pacífico, el gigante asiático ha fortalecido su presencia en el llamado "patio trasero" estadounidense. El resultado: una región que ya no se alinea automáticamente con Washington y que ahora negocia con más astucia, buscando sacar ventaja de esta nueva competencia global.
📍 ¿Quién se inclina por China?
Países como Venezuela, Bolivia, Argentina, Costa Rica y Nicaragua han profundizado relaciones con China en sectores clave: infraestructura, telecomunicaciones, minería y tecnología militar. A cambio de inversión y préstamos, estos gobiernos han abierto las puertas a empresas chinas como Huawei, ZTE o la gigante minera Zijin.
China ha desplegado su estrategia con pragmatismo: financiamiento sin condiciones políticas, acuerdos bilaterales rápidos y construcción de obras emblemáticas como puertos, carreteras, presas y trenes eléctricos. A menudo, estos compromisos se presentan como “asociaciones estratégicas” con visiones de largo plazo, como en el caso de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a la que se han sumado más de 20 países latinoamericanos, incluido Costa Rica.
Es por ello que en lo que va de año EE.UU. ha retirado la visa estadounidense al premio Nobel de la Paz Oscar Arias, a su hermano presidente de la Asamblea Legislativa Rodrigo Arias y a otros altos funcionarios y políticos costarricenses.
📍 ¿Quién sigue apostando por EE. UU.?
Pese al avance chino, Canadá, Colombia, México, Panamá, Chile y en cierta medida Brasil, mantienen vínculos económicos y diplomáticos fuertes con Estados Unidos, aunque cambiando rápidamente en el caso de México y de Canadá. La cooperación en seguridad, comercio y migración sigue siendo prioritaria. En estos países, Washington aún conserva peso institucional, influencia mediática y afinidad cultural, especialmente entre las élites políticas y empresariales.
La firma del T-MEC con México y Canadá o los programas de cooperación con Colombia en la lucha contra el narcotráfico son ejemplos de una presencia estadounidense activa, aunque más reactiva que estratégica.
📍 ¿Y el resto? Entre la oportunidad y la incertidumbre
Países como Perú, Ecuador, Uruguay o Paraguay están jugando un doble juego pragmático: diversifican alianzas sin romper del todo con nadie. Firmas de tratados de libre comercio con China coexisten con acuerdos preferenciales con EE. UU. o con el Mercosur. Son naciones que buscan atraer inversión y tecnología, pero con una fuerte preocupación por su soberanía y la sostenibilidad de la deuda externa.
📍 ¿Y el Caribe? Pequeños territorios, pero con voz propia
Aunque muchas veces ignorados en los grandes análisis geopolíticos, los países del Caribe —desde Barbados hasta San Vicente y las Granadinas, pasando por Jamaica, Antigua, Bahamas o Trinidad y Tobago— tienen una importancia estratégica que no se debe subestimar. Son pequeños en población y territorio, pero numerosos y con voz y voto en organismos internacionales clave como la ONU, la OEA y el BID.
China lo ha entendido muy bien: ha ampliado su influencia con préstamos blandos, donaciones de infraestructura pública, hospitales, estadios, y sobre todo ayuda médica, como se vio durante la pandemia de COVID-19. Países como Dominica, Granada y Surinam han establecido relaciones diplomáticas sólidas con Pekín, e incluso han retirado su reconocimiento a Taiwán a cambio de inversiones chinas.
Por su parte, EE. UU. sigue teniendo influencia cultural y comercial fuerte, especialmente en islas cercanas como Puerto Rico, Jamaica, Bahamas y Trinidad y Tobago, donde también tiene un interés geoestratégico evidente por la cercanía a la región del Golfo de México y las rutas marítimas del Caribe.
En este contexto, muchos gobiernos caribeños juegan una diplomacia pragmática, aprovechando la competencia entre potencias para atraer beneficios. Sin embargo, enfrentan el riesgo de quedar atrapados entre promesas de inversión y presiones geopolíticas.
🧭 Oportunidades y riesgos para la región
La competencia entre EE. UU. y China puede beneficiar a América Latina si se gestiona con inteligencia. Los países que negocien con visión a largo plazo podrían aprovechar inversiones en infraestructura, acceso a mercados y transferencia tecnológica. Pero los riesgos también son evidentes: dependencia financiera de China, presiones políticas de EE. UU., y una posible instrumentalización geopolítica en caso de conflicto entre ambas potencias.
Además, hay temas donde ni China ni EE. UU. han ofrecido respuestas estructurales: cambio climático, migración regional, pobreza estructural, y la creciente desigualdad digital.
📍 ¿Y Rusia, Europa... y España? Observadores más que protagonistas
En este tablero de alta competencia, ni Rusia ni Europa han logrado posicionarse como actores clave en América Latina. Rusia mantiene vínculos políticos y militares con algunos países como Venezuela, Nicaragua o Cuba, pero su impacto económico en la región es limitado y su imagen ha quedado muy deteriorada tras la invasión a Ucrania.
Por su parte, la Unión Europea ha privilegiado una diplomacia basada en valores, cooperación al desarrollo y acuerdos multilaterales, como el tratado pendiente con el Mercosur, pero carece de una estrategia geopolítica sólida para disputar influencia a China o EE. UU. Además, las propias crisis internas de Europa —desde el Brexit hasta la guerra en Ucrania y los desafíos migratorios— han debilitado su rol global.
Y aunque España fue durante siglos la potencia dominante en casi toda América, desde la Patagonia hasta Alaska, hoy su papel es más simbólico y cultural que estratégico. Si bien mantiene lazos históricos, cooperación y una fuerte presencia empresarial en algunos países, no figura como un actor decisivo en este nuevo orden multipolar.
Así, mientras China y Estados Unidos compiten directamente por el futuro económico y político de América Latina y el Caribe, Europa, Rusia y España observan desde la periferia, con influencia limitada y sin una agenda integral frente a la región.
📌 En el próximo episodio de esta serie analizaremos si hay una tercera vía para América Latina. ¿Puede la región construir una agenda común y convertirse en un bloque influyente por sí mismo, más allá de la influencia de Washington o Pekín?

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