¿Oslo como punto de quiebre? ¿Está Venezuela ante su primera transición pacífica en 26 años de socialismo petrolero del siglo XXI?
Domingo 14 de diciembre de 2025
Rafael Vilagut – Blog Feliz y Saludable
https://felizysaludable.blogspot.com/
Durante los últimos cuatro días en Oslo se han producido hechos que, analizados en conjunto, difícilmente pueden ser catalogados como protocolares o simbólicos sin mayor trascendencia. Por primera vez en muchos años, Venezuela no aparece en el escenario internacional únicamente asociada al colapso económico, a la migración forzada o a las sanciones, sino como el eje de una conversación política global que involucra valores, legitimidad, poder y, sobre todo, la posibilidad real —aunque todavía incierta— de una transición pacífica.
El discurso de Ana Sosa Machado, la intervención del presidente del Comité Nobel, y la posterior llegada de María Corina Machado a Oslo no ocurrieron en un vacío diplomático. Tampoco fue casual que, por primera vez, se dieran eventos públicos en las calles, encuentros con la Casa Real noruega, una cena de gala con presencia de presidentes, exjefes de Estado, líderes políticos, intelectuales y personalidades influyentes de distintas regiones del mundo. Oslo se transformó, durante estos días, en una vitrina política donde Venezuela dejó de ser un expediente cerrado y pasó a ser una pregunta abierta.
Uno de los elementos más relevantes es el cambio de escenario. No estamos hablando de ruedas de prensa en Washington, Madrid o Miami, ni de foros tradicionales de denuncia. Estamos hablando de Noruega, un país históricamente asociado a procesos de paz, mediación internacional y construcción institucional. El solo hecho de que Venezuela haya ocupado ese espacio, con presencia visible en la calle y no únicamente en salones cerrados, envía una señal poderosa: la narrativa está cambiando.
La figura de María Corina Machado adquiere aquí una dimensión distinta. Ya no se trata únicamente de la líder opositora confrontacional que el régimen intenta caricaturizar, sino de una dirigente que es recibida, escuchada y validada en uno de los centros morales de la diplomacia global. Su presencia física en Oslo, tras años de persecución, inhabilitaciones y aislamiento interno, refuerza la percepción de que algo se está moviendo más allá del control del poder en Caracas.
A esto se suma un contexto internacional mucho más tenso para el régimen venezolano. El arresto reciente de un buque petrolero con crudo venezolano en aguas cercanas a la región —independientemente de los tecnicismos legales— vuelve a poner sobre la mesa la fragilidad del modelo petrolero que ha sostenido al socialismo del siglo XXI durante más de dos décadas. Venezuela sigue dependiendo casi exclusivamente del petróleo, pero cada vez con menos margen de maniobra, más vigilancia internacional y mayores costos políticos y financieros.
La reacción del régimen, como era previsible, ha sido defensiva y agresiva en el discurso. Se insiste en la narrativa de conspiración, injerencia extranjera y victimización histórica. Sin embargo, hay un matiz nuevo: el tono ya no es de absoluta seguridad, sino de contención. No se percibe la confianza de otros momentos, cuando el poder se sentía blindado por los ingresos petroleros, el apoyo irrestricto de aliados y una oposición fragmentada. Hoy el régimen responde, pero también observa.
Otro elemento clave es que esta conversación ya no es exclusivamente occidental. La atención que han prestado medios, analistas y actores políticos de Asia, Medio Oriente, Europa del Este y América Latina sugiere que Venezuela vuelve a ser relevante en el tablero global, no como proveedor confiable de energía, sino como posible caso de estudio de una salida negociada tras un prolongado experimento de socialismo petrolero fallido.
¿Significa todo esto que la transición está garantizada? No. Sería ingenuo afirmarlo. El poder real en Venezuela sigue concentrado, armado y profundamente entrelazado con intereses económicos, militares y criminales. Pero sí puede afirmarse que las condiciones externas e internas ya no son las mismas. La legitimidad internacional del régimen es cada vez más frágil, mientras que la alternativa democrática comienza a reconstruir capital político fuera y dentro del país.
Oslo no representa el final del camino, pero podría marcar un punto de no retorno. Un momento en el que el debate deja de ser si el modelo fracasó —eso parece ampliamente aceptado— y pasa a ser cómo, cuándo y a qué costo se produce el cambio. La pregunta ya no es solo para Venezuela, sino para la comunidad internacional: ¿se apostará esta vez por una transición pacífica y ordenada, o se permitirá que el colapso continúe profundizándose?
Después de 26 años de socialismo petrolero del siglo XXI, Venezuela se encuentra ante una disyuntiva histórica. Lo ocurrido en Oslo no resuelve el problema, pero lo coloca en el centro del escenario global con una nueva narrativa: la de una posible salida sin violencia, sin revancha y con reconstrucción institucional.
La discusión está abierta. Tomar posición también.

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