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lunes, 20 de febrero de 2023

Virreinato de Nueva España (Provincias Internas de Sonora y Sinaloa) siglo XVIII y Juan Bautista de Anza padre e hijo.

 


20 de febrero de dos mil veintitrés, por Rafael Alberto Vilagut, ¡Soy un soñador, planificador y hacedor! Mi formación es una experiencia combinada en gestión de proyectos, gestión de equipos y formación y desarrollo. Quince años compartiendo ideas e impresiones sobre lo que nos hace felices y saludables, http://felizysaludable.blogspot.com/.
 
El misionero más famoso de Sonora, así como en gran parte de lo que hoy es el suroeste de los Estados Unidos, es el jesuita italiano, Eusebio Francisco Kino (10 de agosto de 1645 - 15 de marzo de 1711), conocido como El Padre Kino. Llegó a Sonora en 1687 y comenzó su trabajo en el área de la Pimería Alta de Sonora y Arizona. Fundó su primera misión en Cucurpe, después estableció iglesias y misiones en otras villas tales como Los Remedios, Ímuris, Magdalena, Cocóspera, San Ignacio, Tubutama, Caborca y otras. Además enseñó técnicas europeas para la agricultura a los indígenas que predicaba, para permitir el desarrollo de una economía para el beneficio de los nativos. 
 
Durante el siglo XVIII el sistema español y las misiones generaron descontento entre la población indígena debido a la expulsión de muchos de ellos de sus tierras, en especial las cercanas a las minas que eran de principal interés para la corona española; esto generó ataques esporádicos en su contra y a pesar de que los españoles habían construido presidios para resguardarse, los asentamientos españoles estuvieron en desarreglo. 
 
En 1767, el rey de España, Carlos III, expulsó a los jesuitas de los territorios controlados por los españoles, terminando así el sistema de misiones.  Juan Bautista de Anza, nacido en Presidio de Fronteras, Sonora (México), 1736 – fallecido en Arizpe, Sonora (México), 19 de diciembre 1788. Militar, gobernador, descubridor y explorador de nuevas rutas terrestres en la frontera mexicana del norte.

Juan Bautista, hijo de Juan Bautista de Anza y Sasoeta
(1693–1740) y de María Rafaela Becerra Nieto (1700–1760), por parte de padre descendía de los Anza, apellido guipuzcoano de solar conocido y con consideración de hijodalgo. Quedó huérfano a los pocos años de edad, al fallecer su padre, oficial presidial, en un ataque apache de 1740. Como él, su hijo Juan Bautista eligió la profesión de las armas, ingresando como voluntario en dicho presidio en 1754, apareciendo en 1774 ya casado con Ana María Pérez Serrano, como capitán del presidio de Tubac, Sonora, México, situado este último en una tierra muy conflictiva, desértica y lindante con los territorios indígenas de los pimas, seris y apaches, todos ellos nómadas y muy belicosos, los cuales con frecuencia atosigaban al norte novo hispano. De ahí el establecimiento de los susodichos “presidios”, en aquel entonces fortalezas con su correspondiente guarnición militar “presidiales”, cuya misión era vigilar y defender la tan comprometida línea fronteriza. Por aquellos años Anza ya era veterano en estas refriegas indias y su experiencia le había hecho abogar ante sus superiores por un mayor y mejor armamento, un acondicionamiento de los presidios y una mayor disciplina en la tropa. Cuestiones que por fin se vieron recogidas en el Reglamento de Carlos III  de 1772, quedando registrados los “presidios” de Altar, Tubac, Terrenate y Frontera, como vanguardia de la citada frontera norte; para entonces ya el visitador José Bernardo de Gálvez y Gallardo (1720-1787), había creado la Comandancia de las Provincias Internas de Nueva España, designando precisamente a Sonora como zona de irradiación hacia los extremos más septentrionales del virreinato de Nueva España.

Ése fue el momento en el que Juan Bautista de Anza pidió permiso al virrey Bucarelli para abrir una vía terrestre que uniera la citada Sonora con la alta California, plasmación de la antigua idea del jesuita Kino, que entroncaba perfectamente con la idea política de Gálvez. Semejante proyecto entrañaba un riesgo seguro, pero Anza, quien por familia y profesión pertenecía a una cierta “aristocracia presidial”, sentía deseos de realizar alguna empresa de importancia que le permitiese salir del anonimato. Como contrapartida, de realizarse dicho proyecto, se frenarían las oleadas indígenas, facilitándose en gran medida la comunicación y el comercio con las “tierras altas” californianas, lo cual, a su vez, neutralizaría los avances de ingleses y rusos respectivamente; los primeros desde el Este y los segundos desde el Norte.

El virrey, después de haberse asesorado suficientemente por Diego Constanzó  que fue participante en la expedición a San Diego y Monterrey desde la Baja California, daba su consentimiento y Anza partía el 9 de enero de 1774. El desarrollo de la expedición se efectuó por la “papaguería”, sur y suroeste del río Gila, hasta la unión de éste con el
río Colorado, atravesando todo el desierto del Colorado, en un trayecto de más de setecientas millas, hasta alcanzar el 22 de marzo de dicho año la misión de San Gabriel, regresando finalmente a Tubac en el mes de noviembre. El éxito fue tan completo que inmediatamente se iniciaron los preparativos para una segunda expedición, ésta ya con carácter colonizador, la cual, iniciada el 21 de octubre de 1775, recorrió San Gabriel, San Diego y Monterrey. Al año siguiente Anza fue ascendido a teniente coronel, llegando en 1777 a ocupar el cargo de gobernador de Nuevo México durante diez años.

Época igualmente adecuada para continuar, desde el norte, su plan de “apertura en abanico”, solicitando de nuevo permiso para abrir otro camino, esta vez desde el citado Nuevo México a Sonora. En realidad semejante idea no estaba exenta de fundamentación.

En su segundo viaje a la Alta California, gozó de la amistad y compañía del franciscano Garcés, quien no llegó hasta el final del recorrido previsto, sino que quedó a la espera de los expedicionarios en la confluencia de los ríos Gila y Colorado, con el consentimiento de nuestro personaje, iniciar unos primeros conocimientos en la zona, que le descubrirían una posible ruta que Anza trataba ahora de verificar.

Dicho permiso le fue concedido por el comandante de las Provincias Internas, el caballero Croix, el 27 de julio de 1780,
ordenándose que para no levantar sospechas entre los indios, saliese el 9 de noviembre de dicho año, aprovechando el “cordón” compuesto por militares y colonos, que saldrían rumbo a Chihuahua.

A la vez, Croix impartía ese mismo día la orden al capitán Antonio de Vildósola, para que desde Nuevo México saliese al encuentro de nuestro personaje, convertido otra vez en explorador. Efectivamente en la fecha prevista partía Anza, por una ruta muy dura y en ocasiones plagada de nieve, atravesando poblados tan desconocidos, como Las Golondrinas o Santo Domingo, por citar sólo algunos ejemplos. Al llegar al paraje conocido como Fray Cristóbal, tuvo lugar la consabida división de la expedición, marchando el susodicho “cordón” a Chihuahua.

Mientras, Anza atravesaría el Río Grande del Norte y la Sierra de los Mimbres, siempre rumbo al sur, contemplando invariablemente, a lo lejos, altas columnas de humo, señal clara de que los indígenas estaban cerca. La nieve, la desconfianza respecto a los indios, lo quebrado del terreno y la escasez de agua, hicieron que los expedicionarios se desviaran del rumbo señalado y en vez de recalar en el presidio de Santa Cruz de Sonora, terminasen en Janos —Nueva Vizcaya—, después de cubrir un total de 221 leguas, distancia que podrían reducirse en gran manera si se continuaba en el último tramo, por el trayecto del capitán Vildósola, quien no había conseguido encontrarse con los hombres de nuestro protagonista. Pero a pesar de todo, se habrían logrado los objetivos del mencionado viaje: la demostración de que la comunicación era posible y que la misma ayudaría a contener la influencia francesa procedente, en su caso, de la Alta Luisiana.

En 1787, Juan Bautista de Anza sería nombrado comandante del presidio de Buenaventura y posteriormente en ese mismo año, del de Tucson (Arizona).

Después de llevar a cabo una revisión de las tropas en este último y habiendo retornado a su casa de Arizpe (Sonora), fallecería repentinamente el 19 de diciembre de 1788, siendo enterrado en la catedral de dicha ciudad, concretamente en la capilla de Nuestra Señora del Loreto. Había llegado el final, para uno de los personajes fundamentales en la historia de la que iba a ser una de las fronteras más complicadas de la futura nación mexicana. 

 

El periodo colonial terminó en Sonora con la Guerra de Independencia mexicana de 1810 a 1821; sin embargo, Sonora no estuvo directamente involucrada en la guerra. La independencia llegó en forma de decreto.  

La antigua provincia de Sonora y Sinaloa fue dividida en 1823 para formar los estados de Sonora y Sinaloa, estableciéndose la capital sonorense en Ures. Sin embargo, se unificarán otra vez en 1824 bajo el Estado de Occidente y permanecerán así hasta 1830, a pesar del hecho de que Sonora fue declarado como estado en la constitución mexicana de 1824. Sonora se separó de Sinaloa nuevamente en 1831 cuando escribió su primera constitución estatal, que puso la capital en Hermosillo.

Alamos Sonora Pueblo Mágico, https://youtu.be/SElwIGyo7L0. Juan Bautista de Anza. Un capítulo excepcional de la Historia de América..., https://youtu.be/wPkGW_BJcaA.

Lunes 20 de febrero de dos mil veintitrés, Rafael Alberto Vilagut, https://linktr.ee/ravilagut © COPYRIGHT 2009 - 2023 Rafael Alberto Vilagut - ravilagut@ymail.com CEO y fundador del Movimiento La 2da Oportunidad M2O. Telegram/youtube @ralviv.

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