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sábado, 20 de agosto de 2022

El Pardo trazado limítrofe entre España y Portugal de 1761: Del Puerto de las Perlas a la expedición de José Iturriaga y Aguirre.

📓 Reseña Histórica de Cumaná (capital de la Nueva Andalucia) 📖 Estado Sucre - Venezuela 🇻🇪 https://youtu.be/uv9pxKzskc0

Puerto de las Perlas fue un poblado establecido por españoles en la costa de las Perlas, lo que sería hoy el nororiente de Venezuela, conocido en la época como la región oriental del Reino de Tierra Firme, el cual dio origen a la ciudad de Cumaná en 1515, la cual más adelante tomaría varios nombres para finalmente tomar el del río Cumaná, hito natural del lugar. Primera ciudad fundada en el continente americano que sigue en pie. Tanto mi padre ingeniero Emilio Vilagut Martín como su abuelo materno arquitecto Julian Martín y Pascual, contribuyeron con importantes obras civiles en la Cumaná del siglo XX. Gracias a mi amigo de la infancia Juan Carlos (ahora David) y a su padre don Rafael Rosendo Yáñez Quijada visité muchas veces esa hermosa ciudad, no muy lejos de Playa Medina donde el Almirante Cristóbal Colón el 3 de agosto de 1498 descubrió la tierra firme venezolana, por la costa de Paria, a la que llamó Tierra de Gracia. Era su tercer viaje, en el que utilizó para llegar hasta allí tres carabelas: Castilla, Correo y Vachina o Vaquiña.

El poblado del Puerto de las Perlas abastecía de agua a los españoles que habitaban en Nueva Cádiz, en la isla de Cubagua, este poblado fue establecido por el marino italiano Giacomo Castigliones (Santiago Castellón), al servicio de Carlos V, como un campamento temporal para la explotación de las pesquerías de perlas. Todavía son explotadas en la ciudad de Porlamar, por las hijas de don Juan José Ávila Guerra, abuelo de mi ahijado Juan Andrés.

Fray Bartolomé de las Casas dejó escrito, que en el 1500, a tan sólo 2 años de su avistamiento, ya había en la isla de Cubagua, unos 50 aventureros instalados que buscaban afanosamente las preciadas gemas de nácar, que usaban los nativos en su ornamento personal. Después de la gran insurrección indígena de 1520, que provocó el abandono de la isla, esta volvió a ocuparse y en 1526, y fue elevada a la categoría de Villa con la denominación de Villa de Santiago de Cubagua. El 13 de septiembre de 1528 mediante una real cédula promulgada por el emperador Carlos V, se le otorgó el rango de ciudad, se le dotó de escudo de armas, y se volvió a denominar “Nueva Cádiz”.

Según el historiador Guillermo Morón en "Los Cronistas y la Historia de 1957", el 1 de febrero de 1754 salió de Cádiz la expedición destinada al Orinoco para delimitar las posesiones de la Monarquía española respecto a la de portugueses en la desconocida región de la Guayana; el 9 de abril llega al puerto de Cumaná la flotilla equipada al efecto y comandada por José Iturriaga y Aguirre, tema que nos concierne hoy.

Iturriaga y sus subordinados debían dirigirse a Cumaná y allí organizarían, con el apoyo de las autoridades locales, el desplazamiento hacia el Amazonas, donde se encontrarían con los comisarios portugueses para dar comienzo a las tareas de fijación de la línea divisoria. Es evidente que la elección de esta ruta se debió a una iniciativa de Iturriaga. Éste sabía que en 1744 el jesuita Manuel Román, navegando por el Orinoco, se había encontrado con los portugueses de río Negro; con ello había quedado probada la existencia de un singular fenómeno fluvial, el caño Casiquiare, que conecta el Orinoco con el Amazonas.

El 13 de enero de 1750 España y Portugal firmaron el Tratado de Madrid, que pretendió fundar una nueva etapa de entendimiento ibérico, mediante la resolución de los seculares contenciosos limítrofes en Asia y América. El Tratado concedió a España el reconocimiento de la posesión de Filipinas, pero, ante todo, fue un asunto americano. Su base conceptual fue la permuta legal, ya que de facto Brasil había extendido sus dominios mucho más allá de la línea del Tratado de Tordesillas de 1494, hasta crear el país continente que es hoy, del Amazonas por el Plata, cuyo control daba a España la posibilidad de acabar con el lesivo contrabando a través de Colonia Sacramento y Buenos Aires, que drenaba grandes cantidades de metal precioso alto peruano (Potosí en Bolivia).

Mateo Gual gobernó la Provincia de Cumaná desde el 1 de agosto de 1753 al 7 de diciembre de 1757, cuando le sustituyó Nicolás de Castro. Era Teniente General de los Ejércitos españoles, con una brillante carrera militar. El 1 de febrero de 1753 dio poder, en Madrid, a los señores José Giménez de Larrea y Pedro Marentes. Su gestión administrativa fue buena, como se desprende de la Residencia que le tomó Alonso del Rio y Castro, Gobernador de la Isla Margarita, quien se presentó en Cumaná, para cumplir su oficio de Juez General, el 14 de febrero de 1759, habiendo dejado en Margarita por su sustituto a Pedro Marcano, a quien correspondía el cargo en su ausencia como Alcalde Ordinario de primera elección.

Iturriaga hubo de permanecer en la ciudad de Cumaná un año, entregado a diversas gestiones. Este, como jefe de la expedición, debía proveerse en la provincia de los tres Capellanes que proveía la Real Cédula dada en Aranjuez el 19 de junio de 1753 y al efecto los solicitó entre los franciscanos de Píritu, seguramente basado en los justos presupuestos de que los misioneros eran grandes conocedores de la geografía y de los aborígenes, con quienes estaban en continuo contacto. Los tres nombres que aparecen destinados por los superiores a acompañar a Iturriaga son: F. Francisco Antonio Borrego, P. Pedro Díaz Gallardo y F. Antonio Caulín. Estos iban, pues, solamente como Capellanes y no en calidad de otra cosa, como se ha supuesto de Caulín. Laín dice, incluso, que la historia fué un resultado de la comisión que le confió el Gobierno para demarcar la Nueva Andalucía, y deslindar sus límites con los dominios.

La intervención de Iturriaga, su mirada estratégica, permiten comprender algunas decisiones sin lógica aparente. El ministro de estado José de Carvajal, que era un gran partidario de las compañías de comercio, lo llamó a su servicio por ser un “hombre conocido entre aquellos bárbaros”, en referencia a los caribes aliados de los holandeses, que infestaban el interior de Venezuela. Su talante experimentado y su conocimiento de los asuntos americanos iban aparejados de un interés por la ciencia y la técnica, que era imprescindible para la dirección de la Expedición. En una ocasión, el sucesor de Carvajal, Ricardo Wall, se dirigió a Iturriaga en estos términos: “Me dicen que V. S. tiene gusto y genio aplicado a la historia natural, especialmente en la parte que puede conducir al progreso de las artes y aumento del comercio”.

Hubo otros objetivos en la empresa de José Iturriaga y Aguirre: Entre ellos destacan los de tipo político —expulsión de los holandeses de Surinam y atracción de los negros cimarrones que vivían en el interior del continente—, científico —estudios de la canela, la quina y el cacao silvestre con vistas a poner en marcha su producción y comercialización— y económico —conocer el estado de las misiones de jesuitas y capuchinos catalanes y valorar las posibilidades de fomento de la Guayana—.

El 22 de abril de 1755 Iturriaga abandonó Cumaná y se dirigió a Churiapo, San Felipe, el río del Pilar y la isla de Trinidad, donde llegó el 20 de mayo. Allí se aprestaron catorce champanes y cuatro piraguas para navegar el Orinoco, y el 1 de julio Iturriaga y Solano partieron de Puerto España hacia la Guayana.

Su llegada a la insalubre y peligrosa Santo Tomé el 22 del mismo mes, “derrotados de los aguaceros y crecientes del río y dejando atrás la mitad de su convoy”, con multitud de enfermos y desertores, constituyó un verdadero drama. No resulta extraño que el avance hacia el interior aprovechando la bajante del Orinoco en noviembre fuera el objetivo primordial de Iturriaga, que tuvo que desplazarse a las misiones de Caroní y Aguacagua para restablecerse. El 27 de junio de 1756 Iturriaga salió del Caroní para dirigirse a Muitaco, un establecimiento franciscano observante, del Orinoco medio, de gran importancia estratégica, desde el cual pensaba que podría desplegar su plan de sujeción de los caribes. Allí volvió a enfrentarse con los misioneros y dispuso la construcción de barracas y almacenes, pues el invierno se acercaba. El 28 de marzo de 1756 logró cruzar el raudal de Atures y poco después el de Maipures, y se presentó ante los sorprendidos nativos como un “español del rey”. No podía existir una Venezuela interior sin control hispánico del Orinoco. Y para lograrlo, había que destruir la alianza caribe-holandesa, y establecer pueblos de españoles en el Orinoco medio, que impidieran su paso tanto hacia el virreinato de Nueva Granada como hacia el alto Orinoco. Con este designio, el primer paso dado por Iturriaga fue encargar a los guarda marinas Doz y Guerrero la exploración del río Apure, para abrir una ruta de comunicación con los llanos de Barinas. Entre abril y mayo de 1757 ambos cumplieron con la misión encomendada. Poco después, combinando de nuevo las expediciones de castigo contra los caribes (que se replegaban lentamente hacia el interior del continente) con las exploraciones dirigidas a encontrar áreas para fundar pueblos de españoles, mandó a Doz, varios criollos e indígenas cabres y guaiqueríes aliados, el reconocimiento del territorio comprendido entre los ríos Cuchivero y Caura. El resultado fue la fundación de Ciudad Real y Real Corona a finales de 1757.

Iturriaga se trasladó a Ciudad Real, radicada junto al caño Uyape, y la localidad se convirtió en el cuartel general expedicionario. A partir de entonces, la transformación regional como efecto de las nuevas estrategias fue extraordinaria. Gracias a la paz con los grandes jefes indígenas del alto Orinoco, José Solano estableció una red de pueblos que se extendía hasta la frontera con los portugueses, a través de San José de Maipures, San Fernando de Atabapo, Santa Bárbara, Buena Guardia de Casiquiare, San Felipe y San Carlos de Río Negro. En octubre de 1759 el sargento Francisco Fernández de Bobadilla logró atravesar la línea divisoria y se presentó en Mariuá, donde tuvo noticia de que, tras cinco años y medio de espera, “el general y los matemáticos” lusos se habían marchado. En enero de 1760 partió hacia Ciudad Real con un mensaje para Iturriaga, según el cual en seis meses podría empezar el trabajo que en verdad los había llevado a todos allí, el trazado limítrofe. El mundo selvático había quedado por fin integrado a la Capitanía General de Venezuela, mediante la acción de oficiales reales: Fernández de Bobadilla tardó sólo cuarenta y dos días en su viaje de retorno.

El 12 de febrero de 1761 los monarcas de España y Portugal firmaron el Tratado de El Pardo, que señaló casi como único argumento que todo debía ser “como si el referido Tratado de 13 de enero de 1750 con los demás que de él se siguieron nunca hubiesen existido”. El conocimiento de las rutas selváticas amazónicas y la permanencia de los pueblos de españoles, como Ciudad Real o Altagracias y Cuchivero —en realidad una aldea criolla poblada por mulatos y pardos en su mayoría, más algunos indios de otras regiones, pero todos considerados españoles por vivir bajo protección real y hablar la lengua española—, fundaron la realidad de la Venezuela profunda de hoy; a pesar de que Iturriaga —que el 28 de enero de 1767 resignó su mando en el nuevo gobernador de la Guayana, Manuel Centurión, y sólo salió del Orinoco con destino a Margarita, paralítico del lado derecho, ciego y casi sordo— acabara por dejarse la vida en el empeño. Fuente RAH, por Rafael Vilagut-Vega, rafaelvilagut@gmail.com San José de Costa Rica, sábado 20 de agosto de 2022.

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