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miércoles, 2 de febrero de 2011

Para vivir feliz ¿vivir solos o en pareja?



Recientemente en Francia, donde hay 13 millones de personas solteras (uno de cada tres adultos), se mostró un programa donde se seguía la vida un año de cuatro mujeres y un hombre solteros entre 35 a 55 años ("Générations solos", mercredi 2 février, à 20h50 sur Canal +). ¿Vos tenés pareja o vivís solo o sola?, cómo afecta tu felicidad y salud, este será nuestro tema de hoy en Feliz y Saludable.

La ciencia avala que vivir en pareja es una opción saludable para el organismo y que beneficia al corazón, en todos los sentidos. Eso sí, siempre que sepamos escoger al compañero adecuado.

¿Se imaginan a un médico, que, después de examinar su cuadro clínico, le receta lo siguiente: “Querido paciente, usted está muy estresado. Su estilo de vida, desordenado. Su alimentación es mejorable. Su esperanza de vida puede reducirse. Pero no se preocupe: hay una solución a sus males. ¡Búsquese una pareja o cásese!”.

Es una broma, pero no es tan absurdo como parece. Por lo menos, es lo que aseguran varios estudios científicos sobre la materia: contar con el apoyo de una media naranja es bueno para la salud. Pues sí. ¿Quién ha dicho que el matrimonio es la tumba del amor? ¿Una trampa en la que todo se convierte en rutina, aburrimiento y hasta en depresión? La vida de pareja puede llegar a ser todo lo contrario: una formidable medicina natural.

Las investigaciones sobre este tema son antiguas. El epidemiólogo inglés William Farr en el siglo XIX comprobó que quien estaba casado tenía menores probabilidades de coger una neumonía, recibir intervenciones quirúrgicas, padecer cáncer, sufrir un infarto. Sus conclusiones hoy son algo obsoletas (excluía de su examen las parejas de hecho, los divorciados, los homosexuales). Además, los resultados también son susceptibles de ser interpretados al revés: en el sentido de que no es el matrimonio lo que mejora la salud, sino que quien tiene mejor salud tiene más probabilidades de acabar casado, según un proceso de selección natural para garantizar la reproducción de la especie.


Sin embargo, en la actualidad la ciencia sigue avalando la tesis original de Farr. Jean-Claude Kauffmann, sociólogo de la Universidad de París y autor de varios libros sobre las relaciones de pareja, recuerda que compartir la vida con alguien es más saludable que permanecer solos. Y recurre a un ejemplo extremo. “Esta cuestión ya fue tratada hace más de un siglo, justo en el comienzo de la sociología, por uno de sus fundadores, Emile Durkheim, en su libro El suicidio, en el que demostraba que los solteros se suicidan más que los casados. Las razones es que los que han contraído matrimonio están instalados en un marco que regulariza la existencia, mientras que los solteros tienen mucha más libertad de cambiar de idea, de comportamiento, de vida, lo que les lleva a perder un poco el sentido de su existencia. Es lo que se llama anomia. Y es el precio que se paga por esa libertad”.

Aviso a los playboys empedernidos: la promiscuidad tiene un precio muy alto, que en la naturaleza se paga con la vida (que se acorta) y con el desarrollo (que se para). Es el resultado de un reciente estudio australiano, publicado en el Journal of Evolutionary Biology, que se hizo con peces tropicales. Si los pececitos siempre estaban juntos con la misma pareja, comían de forma regular y vivían muchos años. Pero si se metían en un ambiente con otros peces, al cabo de un tiempo tendían a vivir solo para el apareamiento, se olvidaban de comer, crecían a un ritmo más lento y se morían antes. Alex Jordan, uno de los autores, dijo que “parece haber un límite impuesto al número de parejas sexuales que se puede tener en el curso de la vida. Tal vez es la manera en que la naturaleza aconseja a los machos…ser fieles”.

En el frente opuesto, los que escogen pasar la existencia al lado del mismo compañero no vivirán emociones desenfrenadas cada día, pero disfrutarán de más serenidad y, por lo tanto, de mejor salud. “Una persona que tiene una relación estable tiene una actitud más relajada hacia la vida. Lleva una vida más regular y de cierta manera más previsible. Además, puede contar con el apoyo de su compañero. En cambio, cuando uno vive solo, su estilo de vida es más desordenado, descentrado”, indica Dario Mastripieri, biólogo de la evolución de la Universidad de Chicago, autor de un estudio reciente sobre el tema. “El matrimonio tiene un efecto paliativo en las situaciones psicológicamente estresantes. Pese a que la vida matrimonial a veces pueda parecer dura, la convivencia debería ayudar a la gente a gestionar situaciones de estrés. Tener pareja puede alargar la vida dos veces y medio respecto a quien no la tiene”, asegura.


Pere Font, fundador y director del Institut d”Estudis de la Sexualitat i la Parella de Barcelona, cree que incluso los pequeños desencuentros, tan frecuentes cuando uno comparte la vida juntos, pueden llegar a ser positivos. “A veces los malos momentos entre cónyuges, los que son temporales, que representan un problema aislado y pasajero pueden fortalecer la relación. De hecho, se suelen dar casos en los que, tras superar una crisis, la pareja viva una segunda, tercera o cuarta luna de miel, al experimentar una mejora en su estado psicofísico: ambos tienen más sexo, viajan más, salen por su cuenta como los viejos tiempos, recuperan la intimidad para sí mismos”.

Ya lo ven: no hay nada como una buena pelea con el marido o la mujer para sentirse bien. Una investigación divulgada por el Journal of Family Communication señala que en los matrimonios en los que sus miembros se tragan su malhumor, reprimen su ira u ocultan su resentimiento puede esperarse una muerte prematura. Por el contrario, en las parejas donde se manifiestan sentimientos, protestas y se resuelven conflictos, la longevidad es mayor. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud y de la Universidad de Harvard asegura que compartir una vida con alguien –incluso con alguna pelea o tal vez precisamente por ello– es el mejor antídoto contra la depresión. Según Kate Scott, una de los autores del informe, cree que el matrimonio mejora tanto el estado anímico del hombre como el de la mujer. Otra investigación publicada recientemente en el British Medical Journal confirma que convivir tiene un efecto positivo y protector contra el deterioro cognitivo: si se cuenta con un compañero, se reduce en un 50% el riesgo de padecer demencia y alzheimer al envejecer.

De hecho, a partir de los 50 años, aquellas personas que enviudan, tras una relación larga, pueden correr riesgos desde el punto de vista cerebral. El equipo del instituto Karolinska de Estocolmo explica que esto se debe a que la presencia de un cónyuge ayuda a proteger nuestra mente y favorece la cordura. “Vivir en pareja implica retos sociales y cognitivos que tienen un efecto protector en el cerebro”, aseguran.

Ronald y Jan Galser, investigadores de inmunología en la Ohio State University, han ido más allá, al demostrar algo sorprendente. Sometieron a unas parejas a un ligero pinchazo en uno de sus brazos. Comprobaron que las parejas que pasaron tiempo discutiendo y peleando con hostilidad tardaron dos días más en cicatrizar la herida respecto a los que discutían de forma amena sobre otro argumento. Una pelea dura con el marido o con la mujer no sólo es mala para la relación, sino que tendría repercusiones sobre el cuerpo, mientras que una sana vida de pareja reforzaría las defensas. Sven Drefahl, profesor de Sociología de la Universidad de Estocolmo, destaca que detrás de la mejor salud de los casados también hay motivaciones prácticas. “Los individuos que están casados pueden contar, en promedio, con unos recursos económicos mayores. Asimismo, se ha comprobado que estas personas beben y fuman menos que el resto y establecen un número más elevado de relaciones sociales de larga duración, lo que les proporciona un mejor apoyo de su comunidad. Esto acaba traduciéndose en unos menores índices de mortalidad”.

Por lo tanto, la institución del matrimonio ofrece unos beneficios indiscutibles. Sin embargo, es preciso introducir algunos matices importantes. En primer lugar, hay que tener presente la personalidad de cada uno. “Nuestras conclusiones hacen pensar que quien opta por vivir en pareja tiene un carácter poco conflictivo. De entrada, ya muestra una predisposición al compromiso, a la negociación y a la estabilidad”, considera Mastripieri. Es decir, que no sería tanto el vivir en pareja lo que trae beneficios cuanto la actitud personal de aquellas personas que saben aprovechar el vínculo sentimental a su favor para vivir en salud.

Dicho eso, tampoco hay que idealizar la vida de pareja ni demonizar la soltería. “Cuando la crisis de pareja se transforma en un infierno, entonces la convivencia también se convierte en elemento destructivo de los individuos”, alerta Kaufmann. Daniel Hawkins y Alan Booth, dos investigadores de la Penn State University, han llegado a demostrar científicamente algo que todos, en el fondo, ya sabíamos: mejor solos que mal acompañados.”Hay pruebas de que quedarse en pareja infelices tiene peores consecuencias que divorciarse. Los que viven una relación de baja calidad tienen menores niveles de satisfacción, autoestima y salud respecto a los que escogen separarse o simplemente, no unirse con nadie. Las parejas infelices no se aprovechan de los beneficios de felicidad global, de apoyo social y emocional salud típicamente asociados al matrimonio. En estos casos, los divorciados y los singles aparecen más satisfechos”, opinan.

En cuanto a los solteros, en la última década han perdido el antiguo estigma de perdedores o fracasados. Todo lo contrario: hasta han llegado a tener cierto glamur, al identificarse con personas libres, con capacidad de gasto, grandes consumidores de ocio. “Siempre son importantes las razones detrás las elecciones de cada persona. Si uno es soltero en contra de su voluntad, entonces sí que es un problema. Pero si uno opta por no tener pareja como estilo de vida, entonces no hay nada de malo. Incluso para la salud”, puntualiza Maestripieri.

De hecho, hay evidencias de que los solteros no se lo pasan tan mal. “La gente casada sigue siendo más feliz que la gente soltera”, asegura Hui Liu, sociólogo de la Michigan State University que llevó a cabo una investigación al respecto, “pero la distancia entre los casados y los que nunca se han casado se está reduciendo, especialmente cuando hablamos de hombres. Ahora estos tienen mayor acceso a recursos sociales y apoyos que tradicionalmente se encontraban únicamente estando casados”, sostiene. Es cierto: puede que el single no mantenga horarios estables y se alimente peor, no duerma muchas horas o no tenga a nadie en quien confiar cuando tiene que superar algún problema. Pero, como dice Font, “el single por vocación tiene cierto estatus. Está solo pero se divierte.Come igual de desordenado que un soltero abandonado, pero por lo menos se lo pasa bien”.


La conclusión es que no hay que dar tanta importancia a la institución del matrimonio, como a la calidad de la relación y la actitud personal. “La vida de pareja aparentemente puede parecer aburrida. En particular, a las nuevas generaciones la rutina les da pánico. Pero hemos de volver a comprender la vida, a aprender a perder el tiempo. La relación exige momentos de tranquilidad. Y esto es salud. Nose puede estar condenados a una sobrexcitación permanente”, advierte Font.

En su opinión, sin caer en un romanticismo excesivo, la vida de pareja puede representar la medicina ideal para vivir. “El secreto está en la percepción que cada uno tiene de la felicidad. No hay que tener un exceso de expectativas. Es aconsejable aspirar a vivir una vida coherente con sus posibilidades y reciclar los malos momentos. Así la pareja disfrutará de mejor salud y tendrá menos problemas. Hay personas que encuentran este punto de equilibrio y entonces están bien”, dice Pere Font. Seguro que ustedes conocen a más de una.

Edad y bienestar

¿Lo mejor para él? Casarse con una mujer más joven. ¿Lo mejor para ella? Casarse con alguien de su misma edad. Sven Drefahl, profesor de Sociología de la Universidad de Estocolmo, ha estudiado en qué medida la diferencia de edad entre los cónyuges podía tener impacto sobre su salud.

La primera conclusión es que a los hombres les beneficia tener a una pareja más joven, que es lo que ocurre en la mayoría de los casos. “De entrada, un hombre con mala salud tiene menos posibilidades de atraer a una mujer más joven. Dicho eso, si él está bien, entonces lo normal es que se busque una compañera de edad inferior. En estos casos, los índices de mortalidad de los hombres son más bajos respecto a otras combinaciones”. Según Drefahl, una de las posibles explicaciones es que una compañera más joven estará más capacitada para cuidar del hombre cuando este se haga mayor.

En el otro frente, parece que desde un punto de vista de salud, a la mujer le convendría establecer una relación con un hombre de su edad o, en todo caso, que la diferencia sea mínima. Porque los estudios han demostrado que si ella es mucho más joven o más mayor que su pareja, entonces la mortalidad aumenta. “Podría ser que, en estas circunstancias, la mujer acabe sufriendo un mayor estrés social y un menor apoyo colectivo, al desviarse de las normas sociales establecidas. Digamos que no sería bien visto y esto acabaría perjudicándola”, concluye Drefahl.

Vía blog Guía Cuerpo MenteFeliz y Saludable miércoles 2 de febrero de 2011, día de la Virgen de la Candelaria, Patrona de las Islas Canarias.  Gracias por dejar tus comentarios.

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